Sorry, los exámenes...
-Buenos días- saludé estirándome.
-¿Otra vez?- Preguntó Lucas al ver todo el sudor. Al menos
hoy podría ducharme y lavar el saco de dormir, sólo podíamos ducharnos y lavar nuestra
ropa y saco de dormir una vez a la semana y hoy tocaba “día de lavado”.
-Sí, eso parece. Estoy empezando a pensar que o tengo algún
problema, o que los dos estamos completamente locos y tenemos alucinaciones-
Lucas rió un poco pero vi preocupación en sus ojos.
-No te preocupes ahora mismo me ducho, y limpio todo esto-
me llevé el dedo a los labios- Shh, aquí no ha pasado nada de nada- negó con la
cabeza.
-Anda date prisa antes de que alguien te vea con todo ese
sudor y oliendo a humo.
Cuando salí de la ducha con todo fresco y limpio, empecé a
secarme el pelo con una toalla.
-Veo que ya te has duchado-me dí la vuelta y me encontré con
el padre de Lucas- Yo me iba a duchar ahora, por cierto ¿Has visto a Lucas?
-No, la última vez ha sido cuando me he levantado, más o
menos a las 5 o así.
-¿Y no te ha dicho a dónde iba? En el cuarto y veo que aquí
tampoco.
-Lo más probable es que esté dando una vuelta pensando en
sus cosas antes de que suene la campana- la campana sonaba a las 7 de la
mañana, que era cuando deberíamos ir a desayunar, pero a los que les tocaba
preparar el desayuno, comida o cena tenían que estar media hora antes.
-Será eso, espero que se dé prisa si quiere ducharse.
-No te preocupes ahora voy a buscarlo.
-Gracias, adiós- se despidió mientras se metía en las duchas
de los chicos (comunitarias igual que las de las chicas, un asco lo sé).
Encontré a Lucas dónde siempre iba a pensar, un pequeño
claro dónde más tranquilidad había, no había las cámaras que había por todas
partes, y el paisaje era precioso con árboles y flores por todas partes.
La mayoría no conocía este sitio ya que no querían alejarse
demasiado de donde deberían estar para no hacer enfadar a los guardas si
llegaban tarde. Por eso este sitio era de Lucas y mío, nos encantaba venir aquí
y además no estaba prohibido.
-¿Otra vez aquí, Luke el pensador?- le pregunté con una
sonrisa. Se dio la vuelta sobresaltado pero al ver que era yo. Sonrió y dio
unas palmaditas a su lado indicando que me sentara a su lado.
-¿En qué pensabas?- me senté junto a él.
-En eso tan raro que te pasa todas las noches.
-¿Y a qué conclusión has llegado, pequeño saltamontes?
Me miró arqueando las cejas, y una expresión divertida
-Jenny, ¿A qué vienen todos esos motes?
-Estoy buscándote un mote, pero no se me ocurre el adecuado,
me encanta tu nombre, de verdad, pero hay que encontrarte un mote ¿Qué te
parece Luke o pensador? No mejor “Otto”- soltó una carcajada.
-¿Otto?
-Aja, de otoño. Porque tu pelo es del color del otoño, entre
castaño y rubio.
-Estas loca, mejor me llamas por mi nombre, me gusta más
así- contestó con una sonrisa- Te veo muy contenta ¿Ha pasado algo?
-Sí, he encontrado un cerdo, lo criaremos y después nos lo
comeremos-bromeé. Negó con la cabeza divertido, suspiré y me miré las manos-
Simplemente estoy cansada de entristecerme y preocuparme por lo que me pueda
pasar al ser un bicho raro, o de lo que te harían a ti si supieran que sabes lo
mío o de cómo acabar con el Rey y salir de aquí.
Me rodeó los hombros con un brazo, atrayéndome a él en un
abrazo.
-Primero no eres un bicho raro, segundo nadie sabrá lo que
te pasa y tercero no te van a separa de mí ¿entendido?- murmuró en mi pelo.
-Pero…
-Nada de pero, esta tarde cuando terminen las clases vamos a
hablar con la Señora Margaret.
La señora Margaret era una anciana que había vivido
todo el principio de la “prisión”, era la mujer más sabia que conocíamos,
estaba en contra del Rey y… estaba loca.